miércoles, 8 de junio de 2016
LA VOCACIÓN ES TAREA DE CADA DÍA
LA VOCACIÓN ES DE TAREA DE CADA DÍA
La Fraternidad no es algo que se hace una vez
y ya está, la fraternidad hay que hacerla cada día.
Igual nuestra vocación, hay que hacerla cada
día.
EN LA VOCACIÓN ,
ES UNO MISMO EL QUE DEBE RESPONDER Y, POR TANTO, EL ÚNICO RESPONSABLE
ANTE DIOS. ¿ESO SUPONE QUE DEBA SURGIR COMO ALGO ESPONTÁNEO, QUE SE ME TENGA
QUE HABER OCURRIDO A MÍ? ¿NO TE PARECE QUE, SI ME LO HA SUGERIDO OTRO, ES UN
DESCUBRIMIENTO FORZADO Y, POR TANTO, ANTINATURAL?
Nadie debe atosigarte, ni
coartar tu libertad, ni quitarte el protagonismo que evidentemente debes tener
en todo el proceso de discernimiento de tu vocación. Pero eso no quita que
alguien te pueda o deba aconsejar algo, o que pueda estimularte a ser generoso.
La cuestión clave es a qué te llama Dios, y no si se te ha ocurrido a ti solo,
o a ti primero, o sin que nadie te diga nada. Debes ser tú el protagonista,
pero puede haber personajes secundarios. No eres tú el director de la película,
sino Dios.
Debes hablarlo con
Dios, pues el compromiso es con Él. Y sabes de sobra que entregarse a Dios no
es decir que sí a la persona que te lo ha planteado, sino decir que sí a Dios.
No es una persona que te intenta convencer de algo, sino una persona que te
ayuda a ponerte frente a tu responsabilidad delante de Dios.
En el Evangelio puede leerse bien claro que los discípulos fueron elegidos por el Maestro. No se presentaron voluntarios.
La clave de
toda vocación no es la iniciativa humana personal, sino una misteriosa
iniciativa de Dios. No tenemos que exigir explicaciones a Dios, o imponerle un
modo de dirigirse a nosotros, puesto que es Él quien llama y puede hacerlo como
desee, también a través de otras personas.
Vemos en el
Evangelio, en los que llama a través de otras personas. Fue Andrés quien
condujo hasta Jesús a su hermano Pedro. Jesús llamó a Felipe, pero Felipe a
Natanael. Por eso insistía Juan Pablo II en que «no debe existir ningún temor
en proponer directamente a una persona joven o menos joven la llamada del Señor.
Es un acto de
estima y de confianza. Puede ser un momento de luz y de gracia.
Lo normal es
que descubramos la llamada de Dios en las palabras o los hechos de otras
personas, y por eso es fundamental tener el oído atento, saber leer entre
líneas, reconocer la voz de Dios, venga de quien venga.
Benedicto XVI, ha señalado: la clave está en
que cada uno intente reconocer cuál es su vocación y cómo es el mejor modo de
responder a esa llamada que está ahí, para él.
¿Dónde
y cómo pertenecemos, como franciscanos seglares?
A Dios
A mi familia
A la Iglesia
A la sociedad
A la fraternidad franciscana
... Y esto es una prioridad!!!
PAZ Y BIEN
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