lunes, 26 de diciembre de 2016
MENSAJE URBI ET ORBI
MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
NAVIDAD 2016
Balcón central de la Basílica Vaticana
Domingo 25 de diciembre de 2016
Domingo 25 de diciembre de 2016
Queridos
hermanos y hermanas, feliz Navidad.
Hoy la Iglesia revive
el asombro de la Virgen María, de san José y de los pastores de Belén,
contemplando al Niño que ha nacido y que está acostado en el pesebre: Jesús, el
Salvador.
En este día lleno de
luz, resuena el anuncio del Profeta:
«Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado:
lleva a hombros el principado, y es su nombre:
Maravilla del Consejero,
Dios guerrero,
Padre perpetuo,
Príncipe de la paz» (Is 9,
5).
El
poder de un Niño, Hijo de Dios y de María, no es el poder de este mundo, basado
en la fuerza y en la riqueza, es el poder del amor. Es el poder que creó el
cielo y la tierra, que da vida a cada criatura: a los minerales, a las plantas,
a los animales; es la fuerza que atrae al hombre y a la mujer, y hace de ellos
una sola carne, una sola existencia; es el poder que regenera la vida, que
perdona las culpas, reconcilia a los enemigos, transforma el mal en bien. Es el
poder de Dios. Este poder del amor ha llevado a Jesucristo a despojarse de su
gloria y a hacerse hombre; y lo conducirá a dar la vida en la cruz y a
resucitar de entre los muertos. Es el poder del servicio, que instaura en el
mundo el reino de Dios, reino de justicia y de paz.
Por esto el nacimiento
de Jesús está acompañado por el canto de los ángeles que anuncian:
«Gloria a Dios en el
cielo,
y en la tierra paz a los hombres que Dios ama» (Lc 2,14).
y en la tierra paz a los hombres que Dios ama» (Lc 2,14).
Hoy este anuncio
recorre toda la tierra y quiere llegar a todos los pueblos, especialmente los
golpeados por la guerra y por conflictos violentos, y que sienten fuertemente
el deseo de la paz.
Paz
a los hombres y a las mujeres de la martirizada Siria, donde demasiada sangre
ha sido derramada. Sobre todo en la ciudad de Alepo, escenario, en las últimas
semanas, de una de las batallas más atroces, es muy urgente que, respetando el
derecho humanitario, se garanticen asistencia y consolación a la extenuada
población civil, que se encuentra todavía en una situación desesperada y de
gran sufrimiento y miseria. Es hora de que las armas callen definitivamente y
la comunidad internacional se comprometa activamente para que se logre una
solución negociable y se restablezca la convivencia civil en el País.
Paz
para las mujeres y para los hombres de la amada Tierra Santa, elegida y
predilecta por Dios. Que los Israelís y los Palestinos tengan la valentía y la
determinación de escribir una nueva página de la historia, en la que el odio y
la venganza cedan el lugar a la voluntad de construir conjuntamente un futuro
de recíproca comprensión y armonía. Que puedan recobrar unidad y concordia
Irak, Libia, Yemen, donde las poblaciones sufren la guerra y brutales acciones terroristas.
Paz
a los hombres y mujeres en las diferentes regiones de África, particularmente
en Nigeria, donde el terrorismo fundamentalista explota también a los niños
para perpetrar el horror y la muerte. Paz en Sudán del Sur y en la República
Democrática del Congo, para que se curen las divisiones y para que todos las
personas de buena voluntad se esfuercen para iniciar nuevos caminos de
desarrollo y de compartir, prefiriendo la cultura del diálogo a la lógica del
enfrentamiento.
Paz
a las mujeres y hombres que todavía padecen las consecuencias del conflicto en
Ucrania oriental, donde es urgente una voluntad común para llevar alivio a la
población y poner en práctica los compromisos asumidos.
Pedimos
concordia para el querido pueblo colombiano, que desea cumplir un nuevo y
valiente camino de diálogo y de reconciliación. Dicha valentía anime también la
amada Venezuela para dar los pasos necesarios con vistas a poner fin a las
tensiones actuales y a edificar conjuntamente un futuro de esperanza para la población
entera.
Paz
a todos los que, en varias zonas, están afrontando sufrimiento a causa de
peligros constantes e injusticias persistentes. Que Myanmar pueda consolidar
los esfuerzos para favorecer la convivencia pacífica y, con la ayuda de la
comunidad internacional, pueda dar la necesaria protección y asistencia
humanitaria a los que tienen necesidad extrema y urgente. Que pueda la
península coreana ver superadas las tensiones que la atraviesan en un renovado
espíritu de colaboración.
Paz
a quien ha sido herido o ha perdido a un ser querido debido a viles actos de
terrorismo que han sembrado miedo y muerte en el corazón de tantos países y
ciudades. Paz —no de palabra, sino eficaz y concreta— a nuestros hermanos y
hermanas que están abandonados y excluidos, a los que sufren hambre y los que
son víctimas de violencia. Paz a los prófugos, a los emigrantes y refugiados, a
los que hoy son objeto de la trata de personas. Paz a los pueblos que sufren
por las ambiciones económicas de unos pocos y la avaricia voraz del dios dinero
que lleva a la esclavitud. Paz a los que están marcados por el malestar social
y económico, y a los que sufren las consecuencias de los terremotos u otras
catástrofes naturales.
Y
paz a los niños, en este día especial en el que Dios se hace niño, sobre todo a
los privados de la alegría de la infancia a causa del hambre, de las guerras y
del egoísmo de los adultos.
Paz
sobre la tierra a todos los hombres de buena voluntad, que cada día trabajan,
con discreción y paciencia, en la familia y en la sociedad para construir un
mundo más humano y más justo, sostenidos por la convicción de que sólo con la
paz es posible un futuro más próspero para todos.
Queridos hermanos y
hermanas:
«Un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado»: es el «Príncipe de la paz». Acojámoslo.
***
[después de la Bendición]
Dirijo
mi felicitación a vosotros, queridos hermanos y hermanas, que estáis en esta
plaza provenientes de todas las partes del mundo, y también a los que de
diferentes Países estáis conectados a través de la radio, la televisión y por
otros medios de comunicación.
En este día de alegría, todos estamos llamados a contemplar
al Niño Jesús, que devuelve la esperanza a cada hombre sobre la faz de la
tierra. Con su gracia, demos voz y cuerpo a esta esperanza, testimoniando la
solidaridad y la paz. Feliz Navidad a todos.
PAZ Y BIEN
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