martes, 29 de mayo de 2018

 

¿PERO TÚ TE ENCUENTRAS CON JESÚS?


¿PERO TÚ TE ENCUENTRAS CON JESÚS?

En el anterior artículo FRANCISCANOS POR UN MUNDO MÁS FRATERNO veíamos cómo hemos de conformarnos cada día con Jesús.

Los que me vean a mí tienen que ver reflejado a Cristo.

Y la frase: El franciscano organiza su vida en torno a lo relacional y fraterno, que le importan los demás y que busca a Dios.

Ahora el Papa Francisco nos hace esta reflexión.

Queridos hermanos y hermanas:


La liturgia nos presenta las últimas frases del discurso misionero del capítulo 10 del Evangelio de Mateo (cf. 10, 37), con el cual Jesús instruye a los doce apóstoles en el momento en que, por primera vez les envía en misión a las aldeas de Galilea y Judea. En esta parte final Jesús subraya dos aspectos esenciales para la vida del discípulo misionero: el primero, que su vínculo con Jesús es más fuerte que cualquier otro vínculo; el segundo, que el misionero no se lleva a sí mismo, sino a Jesús, y mediante él, el amor del Padre celestial. Estos dos aspectos están conectados, porque cuanto más está Jesús en el centro del corazón y de la vida del discípulo, más «transparente» es este discípulo ante su presencia. Van juntos, los dos.
«El que ama a su padre o a su madre más que a mi, no es digno de mí...»(v. 37), dice Jesús. El afecto de un padre, la ternura de una madre, la dulce amistad entre hermanos y hermanas, todo esto, aun siendo muy bueno y ̶con legítimo, no puede ser antepuesto a Cristo. No porque Él nos quiera sin corazón y sin gratitud, al contrario, es más, sino porque la condición del discípulo, ya sea un laico, una laica, un sacerdote, un obispo: la relación prioritaria. Quizás la primera pregunta que debemos hacer a un cristiano es:
«¿Pero tú te encuentras con Jesús? ¿Tú rezas a Jesús?»
La relación. Se podría casi parafrasear en el Libro del Génesis: Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a Jesucristo y se hacen una sola cosa (cf. Génesis 2, 24). Quien se deja atraer por este vínculo de amor y vida con el Señor Jesús se convierte en su representante, en su «embajador», sobre todo con el modo de ser, de vivir. Hasta el punto en que Jesús mismo, enviando a sus discípulos en misión, les dice: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe Aquel que me ha enviado» (Mateo 10, 40). Es necesario que la gente pueda percibir que para ese discípulo Jesús es verdaderamente «el Señor», es verdaderamente el centro de su vida, el todo de la vida. No importa si luego, como toda persona humana, tiene sus límites y también sus errores -con tal de que tenga la humildad de reconocerlos-; lo importante es que no tenga el corazón doble -y esto es peligroso. Yo soy cristiano, soy discípulo de Jesús, soy sacerdote, soy obispo, pero tengo el corazón doble. No, esto no va.
No debe tener el corazón doble, sino el corazón simple, unido; que no tenga el pie en dos zapatos, sino que sea honesto consigo mismo y con los demás. La doblez no es cristiana. Por esto Jesús reza al Padre para que los discípulos no caigan en el espíritu del mundo. O estás con Jesús, con el espíritu de Jesús, o estás con el espíritu del mundo. Y aquí nuestra experiencia de sacerdotes nos enseña una cosa muy bonita, una cosa muy importante: es precisamente esta acogida del santo pueblo fiel de Dios, es precisamente ese «vaso de agua fresca» (v. 42) del cual habla el Señor hoy en el Evangelio, dado con fe afectuosa, ¡que te ayuda a ser un buen sacerdote! Hay una reciprocidad también en la misión: si tú dejas todo por Jesús, la gente reconoce en ti al Señor; pero al mismo tiempo te ayuda a convertirte cada día a Él, a renovarte y purificarte de los compromisos y a superar tentaciones. Cuanto más cerca esté un sacerdote del pueblo de Dios, más se sentirá próximo a Jesús, y un sacerdote cuanto más cercano sea a Jesús, más próximo se sentirá al pueblo de Dios.
La Virgen María experimentó en primera persona qué significa amar a Jesús separándose de sí misma, dando un nuevo sentido a los vínculos familiares, a partir de la fe en Él. Con su materna intercesión, nos ayude a ser libres y felices misioneros del Evangelio.
+Francisco


KOINONIA
Caminando juntos
Bien pues, sabemos, que la misión es un acto de envío que conlleva un encargo a cumplir. En la vida cristiana, todo bautizado tiene el encargo de participar en la misión de Cristo, que continúa la Iglesia.


Los franciscanos seglares participamos en la misión ,una profesión, una promesa, en la que incorporamos a nuestra vida una Regla, tenemos que ser regulares en ajustarnos a ella.

Para conseguir esto nuestro asistente -que en gloria esté- 
José Martínez Cano, ofm; nos dejó un extracto de nuestra Regla para que la llevemos siempre en el bolsillo, y de vez en cuando, en cualquier momento u ocasión, le echemos un vistazo.


REZAR LA REGLA

Señor, Dios nuestro, intentamos hacer
presente el carisma de San Francisco en
la vida y en la misión de la Iglesia, de
modos y formas diversas, pero en
comunión vital recíproca.
Con la profesión nos comprometemos
a vivir el Evangelio a la manera de san
Francisco y mediante nuestra Regla
aprobada por la Iglesia -art. 1, 3-

Ayúdanos, te lo pedimos, para que
cada día podamos:

+ guardar el Evangelio de nuestro
Señor Jesucristo siguiendo el ejemplo
de San Francisco, dedicándonos
asiduamente a su lectura, pasando del
Evangelio a la vida y de la vida al
Evangelio -art. 4-

+ buscar la persona viva y operante de
Cristo en los hermanos, en la Sagrada
Escritura, en la Iglesia y en la
Eucaristía -art. 5-

+ hacernos testigos e instrumentos de
la misión de la Iglesia entre los hombres
anunciando a Cristo con la vida y con
la palabra -art. 6-

+ conformar nuestro modo de pensar
y de obrar al de Cristo mediante un
radical cambio interior que el mismo
Evangelio llama «conversión»,
frecuentando el sacramento de la
Reconciliación, signo privilegiado de
la misericordia del Padre y fuente de
gracia -art. 7-

+ hacer de la oración y de la
contemplación el alma del propio ser
y del propio obrar, participando de la
vida sacramental de la Iglesia -art. 8-

+ dar testimonio del ardiente amor a la
Virgen María, imitando su disponibilidad
-art. 9-

+ cumplir fielmente las obligaciones
propias, siguiendo a Cristo pobre y
crucificado -art. 10-

+ buscar en el desapego y en uso, una
justa relación con los bienes terrenos,
simplificando las propias exigencias
materiales, según las Bienaventuranzas
-art. 11-

+ adquirir la pureza del corazón, para
ser libres y testigos de los bienes
futuros -art. 12-

+ acoger a todos los hombres con
sentido de fraternidad, como don e
imagen de Cristo -art. 13-

+ construir un mundo más fraterno y
evangélico en el espíritu cristiano de
servicio -art. 14-

+ estar presentes con el testimonio
de nuestra vida humana y con inicia-
tivas eficaces en la promoción de la
justicia -art. 15-

+ considerar el trabajo como don y
como participación en la creación
-art. 16-

+ vivir en la propia familia el
espíritu franciscano de paz, fidelidad
y respeto a la vida -art. 17-

+ respetar a las otras criaturas,
animadas e inanimadas, que «son
portadoras y noticia del Altísimo»-art. 18-

+ ser portadores de paz y mensajeros
de la perfecta alegría, llevando a los
demás el gozo y la esperanza -art. 19-

Invocamos en nuestra ayuda a San
Francisco, y Santa Clara de Asís, a
Santa Isabel de Hungría. Y te lo
pedimos por intercesión de la Virgen
María, Nuestra Señora de los Ángeles
y por Jesucristo, nuestro Señor y
hermano. Amén.



Imágenes para formar un librito: 







PAZ   Y   BIEN



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